En Puebla, al centro de México, hay una antigua fuente enigmática de una niña y un niño que, según los vecinos, por las noches cobran vida. Se erigió para recordar a Beatriz y Miguel, hermanos que desaparecieron en una tormenta que azotó la ciudad.
Su papá, que era un viudo adinerado, los vecinos y amigos los buscaron por meses. Creen que cayeron en algún pozo, pero no los encontraron.
Al saber la desgracia, Maximino Ávila Camacho, que era el gobernador en ese momento, mandó hacer la fuente y a pesar de que han pasado los años, sigue el recuerdo de los pequeños.
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